Evitando las caras
Reciéntemente le he dado una despolvada a mi portafolio y he empezado a crear arte de nuevo. Esto ha hecho que mi proceso de creación salga a tema con amigos y familiares. Me di cuenta que muchas de las decisiones que tomo cuando formo mi obra me parecen obvias porque ya se han "marinado" en mi cabeza por mucho tiempo. Pero tal vez estas decisiones no sean tan evidentes para alguien más. De ahi parte el tópico de hoy: si mi obra tiene como tema recurrente al ser humano, ¿porqué generalmente evito representar caras?
1. La universalidad y la introspección
Al evitar rasgos faciales específicos, busco crear una representación más universal del ser humano. Al dejar un caparazón de la forma humana, una insinuación, es más fácil que una amplia gama de espectadores se puedan relacionar a la obra. Este enfoque es visto típicamente en obras de artistas como Alberto Giacometti, que creaba esculturas abstractas de figuras que daban sólo suficiente detalle para empezar a echar a andar la imaginación, pero no tanto como para que todos atribuyeramos el tema de la obra a alguien específico. Esto permite que cada quién proyecte sus propias emociones, experiencias y narrativas en la obra.
2. La expresión corporal y externa al cuerpo
Casi siempre trato de materializar lo que nace a partir del ego, es decir, cosas como el orgullo, la tristeza o la envidia. Por eso quisiera amplificar estos sentimientos e interpretarlos a través de la expresión corporal y el entorno de mis símbolos humanos. Me parecería limitante por ejemplo, expresar tristeza por medio de una cara llorando. ¡Cuando uno se siente triste, no se siente sólo en la cara! El escultor Henry Moore es un ejemplo de esto, pues hacía abstracciones de la figura humana, muchas veces completamente carentes de rostros. Moore enfatizaba la relación entre las formas humanas y el espacio circundante, creando una sensación de movimiento y tensión. Sus figuras humanas a menudo se doblan, estiran y entrelazan, lo que puede evocar sentimientos de unión, vulnerabilidad o incluso lucha.
3. Lo absurdo o enigmático
Esto es típico de los surrealistas. Yo creo que desafiar la lógica y la realidad convencional hace que el que vea la obra sea capturado por el misterio. Cuando se trata del arte, me fascina ese sentimiento perturbador, extraño, de que algo está mal al ver una obra. Muchas veces esta disonancia de cosas que "huelen" a la realidad pero no alcanzan a serla pueden hacernos sentir miedo, pero otras veces curiosidad. Ésta curiosidad es la que más me gusta a mi experimentar, y me pasa mucho cuando admiro obras de Salvador Dalí.