¿Porqué me gusta el Surrealismo?
El surrealismo siempre ha sido reconocido por distorsionar la realidad para crear imágenes que se acercan al subconsciente. Las obras resultantes a menudo presentan fragmentos de cierto realismo con contradicciones que resultan ilógicas.
Cuando distorsiono figuras humanas y otros elementos, no lo hago con el propósito de crear algo macabro. Prefiero equilibrarme entre lo reconocible y lo misterioso, creando una atmósfera que se asemeje a una adivinanza sin respuesta. Me parece interesante que, en un sueño, una transformación increíble de algo reconocible puede despertarnos. Nos damos cuenta de que algo es tan ilógico que nuestro cuerpo se rinde y nos devuelve al mundo consciente. Sin embargo, en el arte surrealista, es como si se pusiera el sueño en pausa, dándonos el tiempo para apreciar el mundo que cada uno lleva dentro de su cabeza.
A menudo me han preguntado acerca de la licuefacción de formas en mi obra. Además de la obvia influencia de Salvador Dalí, creo que derretir formas abstractas y cuerpos humanos me brinda la oportunidad de representar esos cambios dentro de nuestra vida. Por ejemplo, nuestras emociones pueden cambiar conforme reaccionamos al mundo exterior, o podemos olvidar recuerdos importantes, o volvernos personas completamente diferentes a través del tiempo y la experiencia.
Debido a nuestras limitaciones humanas, ni siquiera somos narradores fidedignos de nuestras propias historias. Constantemente filtramos pensamientos y nos moldeamos a nuestra audiencia. Además tenemos nuestro propio panteón de principios y opiniones que sesgan la curaduría de nuestras ideas. Eso es lo que me atrae al surrealismo, que desnuda al ente humano y lo coloca frente a su subconsciente, sin darle la opción de filtrar ideas, ni la opción de despertar del sueño.